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Aduana


Una mujer joven y distinguida durante un vuelo con dirección a Suiza le pregunta al sacerdote que está a su lado: "Padre, ¿puedo pedirle un favor?"
"Por supuesto. ¿Qué puedo hacer por usted?"
"Bueno, me he comprado un secador de pelo muy costoso que está muy por encima de los límites de aduana y me temo que me lo van a decomisar. ¿Será que usted podría pasarlo por la aduana debajo de sus ropas, tal vez?"
"Me encantaría ayudarte, querida, pero debo advertirle que no voy a mentir."
"Con su cara honesta, Padre, nadie le hará preguntas."
Cuando llegaron a la aduana, la señora deja que el cura se dirija a la aduana. El oficial le pregunta, "Padre, ¿tiene usted algo que declarar?"
"Desde mi cabeza hasta la cintura, no tengo nada que declarar".
El funcionario pensado que era una respuesta extraña, le pregunta. "¿Y qué tiene que declarar desde la cintura hasta el suelo?"
"Tengo un pequeño instrumento maravilloso diseñado para ser utilizado por una mujer, pero que hasta la fecha está sin usar."
El funcionario ríe abiertamente: "Adelante, Padre." ¡Próximo!

Colabora Silvia Méndez

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