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Juegos de agua en el Paseo de la Recoleta



Durante mayo de 1883 los diputados y senadores recibieron de la Municipalidad de la ciudad una invitación a la inauguración a los "juegos de agua en el Paseo de la Recoleta". No sabemos si fueron al evento, pero desde meses antes en la barranca hacia el río debajo del Hospicio en la Recoleta había movimiento impulsado por el intendente Alvear.



La gran gruta de Retiro, hoy Plaza Francia, fue encargada a Eugenio Courtois en 1882 y es posiblemente la primera a gran escala de la ciudad. Se trataba de una parquización de nada menos que 33 mil metros cuadrados que incluía una gruta pequeña, lago, cascada, un mirador que con sus pocas almenas asemejaba un castillo en ruinas, un par de puentes, rocallas en el piso y estalactitas alrededor de los caminos, con troncos a imitación madera y mucha roca y lava de cemento. Aprovechando parte del desnivel de la barranca hacia el río, la gruta, montaña artificial y lago ocupaban un espacio amplio, casi una manzana al pie del gigante arquitectónico que definía Buschiazzo con el nuevo asilo de ancianos por encima del viejo conjunto jesuítico de los Recoletos. Así una zona antes marginal se transformó en un paseo acorde con el Barrio Norte que tenía a sus espaldas. Cuando se la desarmó fueron pocos los que levantaron alguna voz en contra. El intendente Alvear en sus informes anuales dijo que la había hecho porque:
"Si en la ornamentación de las casas de Buenos Aires se produce una evolución artística que transforma del todo su fisonomía, asumiendo muchos de los nuevos edificios proporciones artísticas monumentales que parecen hacer surgir una nueva faz de la arquitectura, tratándose de un nuevo paseo público, ¿cómo no desplegar un gusto de variada decoración? Y tal es lo que se ha tenido en vista para el arreglo de la gruta y el lago".



No había duda que Alvear estaba revolucionado la ciudad: fue quien demolió la recova, el fuerte y el cabildo a la vez que abrió la avenida de Mayo e hizo hospitales y escuelas y parques, es decir quien transformó la imagen de Buenos Aires. Y si bien usó diversos estilos académicos para los edificios públicos, en la jardinería optó por que se hicieran obras en lo que era la moda: las grutas y las rocallas. Existe una carta de Sarmiento escrita el 25 de julio de 1882 a Alvear en la que lo elogia y felicita por esa gruta aun en obra. Pero ese mismo año el periódico El Mosquito, crítico implacable del Estado en todas sus formas, daba una visión opuesta:


"Don Torcuato de Alvear es como el infierno, pavimentado de buenas intenciones (...). Está en este momento sepultando millones al lado de la Recoleta. Parece que quiere hacer allí un magnífico paseo con grutas, cascadas, lagos, etc. (...). En lugar de esta absurdidad ¿no sería preferible remediar un poco la horrorosa insuficiencia del asilo para locos cuyo número va aumentando cada día? (...) Y mil otras necesidades podemos reclamar al grotesco presidente de la Municipalidad que sean más duraderas que la erección de grutas, cascadas y lagos de la Recoleta".


Texto: Grutas, rocallas y árboles de cemento: otra arquitectura desaparecida de Buenos Aires 1880-1910, Daniel Schavelzon.

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