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El carrito de rulemanes


Al atardecer se sumaban uno tras otro los ruidos de coleadas, chispas y risas. Era la mejor hora para que las diminutas brasas desprendidas por el acero resplandecieran con su mayor fulgor para que todos, amigos y noviecitas, las vieran y se maravillaran.
Recuerdo que a los trece o catorce lo que todo pibe quería era una Siambreta sin carenado. Era la moda y se las veía por todos lados como la evolución inevitable de cualquier ciclista. Claro que no abundaban los padres que permitieran que sus hijos manejaran esos pequeños patines del diablo, sobre todo por ser ilegales para la edad.
En cambio entre los diez y los doce uno se entretenía con el ruido, la velocidad y las chispas que largaban los queridos carritos con rulemanes o kartings del subdesarrollo. 
Si te tocaba un papá mecánico seguramente conseguirías ejes de hierro y rulemanes SKF nuevos para colocar. Todo unido por una tabla simple de pino donde posar las asentaderas y un amigo que nos arrastrara con su bicicleta, una barranca pronunciada para largarse u otro amigo que nos empujara con todas sus fuerzas hasta hacerlo colear.


Las carreras por lo general se armaban en aquellos lugares donde el asfalto cubría alguna colina y la bajada nos hacía levantar velocidad, que según se aprovechara gracias a la destreza del conductor, nos llevaría a ganar la competencia o lo que era más probable, llegar cola de perro.

Cuando nuestro entorno se caracterizaba por el paisaje llano, no quedaba otra que la asistencia de algún amigo en bici o uno de a pie que nos empujara por la espalda esperando su turno al volante.

Mi carrito fue obra de mi viejo quién en su fábrica no sólo preparó dos ejes de hierro plano de una pulgada, sino que les agregó en cada extremo hierros circulares que calzaban perfectamente en el centro del rulemán. La tabla era simple y tenía una forma  más delgada en la parte frontal para que el ángulo de torsión del eje me permitiera hacer curvas tan cerradas como para que las chispas iluminaran toda la noche suburbana ( los cuadrado como los de las fotos y planos que acompaño no podían hacerlo)


Ésta característica de mi rodado pintado de negro y rojo pudo ser la que terminara con mi vida. En cierta oportunidad y mientras caía la tarde, nos encontrábamos mi amigo Daniel y yo haciendo coleadas en la recta donde se encontraba mi casa. En uno u otro sentido tomábamos velocidad por no menos de veinte o treinta metros hasta que nuestro amigo nos soltara y pegáramos una curva cerrada que derrapara las ruedas traseras con estruendoso ruido.

En algún momento Daniel no me soltaba y yo, en medio del ruido de los rodamientos de acero, le comencé a gritar que me largara. El decía que no podía y alguna otra frase que yo no podía escuchar, hasta que le grité que no jodiera, que yo sabía lo que hacía.

Al girar me dí cuenta que mi amigo tenía razón, y aunque ahora lo siga recordando en cámara lenta, es posible que en no más de cinco segundos pasara de la diversión a la posibilidad de perder la vida. Una pareja de abuelos circulaba tras de mí en un Renault Gordini celeste claro que a medida que observavan mi trayectoria de colisión inminente disminuía la velocidad y se orillaba hacia la izquierda. Yo no tenía frenos y la sorpresa sólo dejó que avanzara y tirando mi cuerpo hacia atrás terminara bajo la trompa del auto que felizmente había logrado parar. Las ruedas delanteras rozaron mi costado, pero tan pronto como había parado yo ya me encontraba corriendo a casa con el carrito bajo el brazo, pidiendo disculpas a los abuelos que ni siquiera me retaron. Don Enrique, un vecino que nunca en su vida me había hablado, atinó a decirme - Si se entera tu papá te mata- sin darse cuenta que justamente él sería el que más culpable se sentiría por haberme fabricado ese hermoso juguete .
En la actualidad se siguen desarrollando carreras de carritos en sitios que se podrían llamar "La Meca" de dicha competición. Río Ceballos en la provincia de Córdoba era hasta hace poco el principal de ellos, mientras que algunas escuelas siguen realizando competencias de graduados que ya de niños no les queda nada.


Tal vez usted pueda fabricarle uno a su hijo o ayudarlo a hacerlo, pero como van las cosas va a necesitar incluirle una tablet para que algunos se motiven a correrlos.
Los tiempos cambian en algunos lugares más que en otros, así que si le interesa le dejo las instrucciones de uno de tabla cuadrada, que le aconsejo lo modifique para que se parezca al de la siguiente foto, uno muy parecido al que era de mi propiedad.


Según nos explicaba un tal Meteoro en 1975: "Para poder hacer un carrito de rulemanes como se debe, hay que conseguir varios elementos. El primero de estos debe ser una tabla de 60 centímetros de largo, por unos 30 ó 35 de ancho y que tenga un grosor de unos 3 centímetros. Luego, por supuesto los elementos que le dan nombre a este pequeño transporte: los rulemanes. Estos deben ser cuatro y conviene que haya dos bastante grandes y dos más pequeños. El resto, se compone de: una tabla más pequeña para usar como asiento, los "ejes" donde van a ir colocados los rulemanes, un largo palo (el de escoba es ideal), cerca de un metro de soga fina o mejor cordel de nylon, y clavos y tornillos de varias medidas en cantidad, así como algunos listones de madera (de varios largos y unos 3 cm de lado).


Con los elementos en nuestras manos, lo primero que debemos hacer es "'clavar" los rulemanes en sus ejes. Para ello buscamos entre los listones de madera que tenemos dos (de 50 ó 55 cm de largo) que afinados en sus extremos con un cuchillo y con mucho cuidado se puedan poner firmemente en el agujero que tienen los rulemanes. Los rulemanes deben ir colocados en pareja, los dos más pequeños en el mismo eje y los otros, en el restante. El largo total de los ejes armados debe ser de 50 ó 55 cm.

Una vez hecho esto, tenemos que agujerear la tabla grande, la que perforaremos a unos 5 cm de uno de sus bordes y exactamente en la mitad de su ancho. El agujero debe ser de un centímetro, y otro similar debemos hacer en el eje de los rulemanes chicos.

Realizado esto comenzamos el armado. Primero debemos colocar el eje delantero. Haciendo combinar los dos agujeros, el del eje y el de la tabla, colocamos un tornillo que vaya justo y cuya tuerca quede hacia el lado de la tabla (arriba). En este momento ustedes podrán ver que el eje se mueve hacia ambos lados. El trasero se coloca más fácil, simplemente se lo clava; o atornilla a unos 5 cm del borde de la tabla.


Prácticamente ya está listo, lo único que falta son detalles. Uno de éstos es la colocación de la soga o cordel sobre los dos extremos del eje delantero (lo más cerca posible de los rulemanes). Luego clavamos la tabla que nos ha de servir de asiento y le instalamos un práctico "freno", que se puede hacer atornillando una de las varillas en uno de los costados de la tabla grande de modo que cuando la movamos hacia atrás, ésta toque en el suelo y detenga la marcha. El palo largo (de escoba vieja) que les nombré al comienzo es para que alguno nos empuje apoyándolo sobre la tabla-asiento.

Instalados en nuestro flamante "carri-coche" tomamos la soguita y cuando nos empujan, con ella lo manejamos a voluntad. Antes de terminar queremos aclararles algo, los rulemanes más chicos siempre deben ir en el eje delantero, de esa manera nos resultará más fácil el movimiento de manejo. Tanto estos rulemanes como los traseros deben ser, de vez en cuando, lubricados con aceite (es ideal el que mamá utiliza en su máquina de coser)".

No me diga que no es un hermoso proyecto como para encarar con su hijo. Pero eso sí, hágalo lo más grande posible porque seguro que va a querer subirse usted también.

Taluego.

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