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PETiT PiERRE



A PETiT PiERRE (1909-1992) le gustaba decir que nació "sin terminar". Medio ciego, casi sordo y mudo, no aprendió jamás a leer ni a escribir. A la edad de siete años lo retiran de la escuela para confiarle el “oficio de los inocentes”: pastor.
En los campos, Petit Pierre observa la naturaleza, los animales, los hombres que trabajan. La invasión de las máquinas en la vida del hombre le deja perplejo y pasa sus días analizando el movimiento de los aparatos con los que se topa. Solitario y fascinado por la velocidad a la que cambia el mundo, pasa casi cuarenta años creando un carrusel, un juego giratorio, una máquina poética de belleza singular, de tal complejidad mecánica que ni los ingenieros logran explicarla y que aún hoy sigue girando con ensordecedor chirrido de hierros.
Pierre Avezard, tal su nombre real, fue un ser excepcional cuya vida y obra han emocionado a miles de personas. A lo largo de toda su vida creó una instalación mecánica que se ha convertido en un gran poema de amor a la vida, que fascina tanto por la riqueza de personajes que presenta como por la sorprendente ingeniería mecánica que lo anima. Cada primavera la mostraba orgulloso a todo aquel que quisiera acompañarle y él mismo la hacía funcionar como una auténtica prolongación de su cuerpo. Todos aquellos que le conocieron quedaron marcados por este ser singular y maravilloso, capaz de crear una obra extraordinariamente sencilla pero extraordinariamente poderosa.

Colaboración L.L.Fucci

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