Hamlet Lima Quintana nació el 15 de setiembre de 1923 en la ciudad de Morón pero aprendió a caminar en Saladillo, y en su obra plasmó los colores, los sabores, las personas, las costumbres de la pampa húmeda. Murió el 21 de febrero de 2002 por la tarde a los 78 años, víctima de un cáncer de pulmón. Y las letras argentinas, la poesía inolvidable del folklore popular incrementó aquel vacío que fueron dejando Manuel J. Castilla (1980), Jaime Dávalos (1984), Armando Tejada Gómez (1992), Gustavo “Cuchi” Leguizamón (2000).
Pero al igual que ellos, Lima Quintana no se fue del todo. Se fue con el cuerpo asombrado y la voz ronca de gritar que volverá, como prometía en aquella emblemática letra de Zamba para no morir. El se quedará en sus letras, en la voz del pueblo y los músicos que llevan su palabra imprescindible por los escenarios, del país y el mundo.
Con esa canción inolvidable, compuesta junto a Mario Arnedo Gallo, y La amanecida unos años antes, Lima Quintana fue uno de los que rompió el molde del folklore ortodoxo, habituado hasta entonces al relato costumbrista o paisajístico. En 1953 escribió La amanecida: “Monte de soledad/nos vamos bebiendo el día/y un andar por la tierra salobre/de lágrimas perdidas”. Fue un hito de la transformación del canto folklórico latinoamericano, con la incorporación de la metáfora, la magia poética, la imagen y el sentido. Fue muy criticado por los sectores más conservadores de la música nativa, pero en cambio muy bien recibido por los intérpretes y el público. Los conjuntos y los solistas comenzaron a elegirlo, y cantar las canciones con letra suya, como la huella La cuatrereada, Triunfo de las Salinas Grandes, Juanito Laguna remonta un barrilete y Crónica de un semejante, por nombrar algunas.
Pero al igual que ellos, Lima Quintana no se fue del todo. Se fue con el cuerpo asombrado y la voz ronca de gritar que volverá, como prometía en aquella emblemática letra de Zamba para no morir. El se quedará en sus letras, en la voz del pueblo y los músicos que llevan su palabra imprescindible por los escenarios, del país y el mundo.
Con esa canción inolvidable, compuesta junto a Mario Arnedo Gallo, y La amanecida unos años antes, Lima Quintana fue uno de los que rompió el molde del folklore ortodoxo, habituado hasta entonces al relato costumbrista o paisajístico. En 1953 escribió La amanecida: “Monte de soledad/nos vamos bebiendo el día/y un andar por la tierra salobre/de lágrimas perdidas”. Fue un hito de la transformación del canto folklórico latinoamericano, con la incorporación de la metáfora, la magia poética, la imagen y el sentido. Fue muy criticado por los sectores más conservadores de la música nativa, pero en cambio muy bien recibido por los intérpretes y el público. Los conjuntos y los solistas comenzaron a elegirlo, y cantar las canciones con letra suya, como la huella La cuatrereada, Triunfo de las Salinas Grandes, Juanito Laguna remonta un barrilete y Crónica de un semejante, por nombrar algunas.
Zamba para no morir
Romperá la tarde mi voz
hasta el eco de ayer
voy quedándome sólo al final
muerto de sed, harto de andar
pero sigo creciendo en el sol, vivo
era el tiempo la flor
la madera frutal
luego el hacha se puso a golpear
verse caer, sólo rodar
pero el árbol reverdecerá, nuevo
Al quemarse en el cielo la luz del día, me voy
con el cuerpo asombrado me iré
ronco al gritar que volveré
repartido en el aire al gritar, siempre
Mi razón no pide piedad
se dispone a partir
no me gusta las muerte ritual
sólo dormir, verme borrar
una historia me recordará, vivo
veo el campo, el fruto, la miel
y estas ganas de amar
no me puede el olvido vencer
hoy como ayer, siempre llegar
en el hijo se puede volver, nuevo
Romperá la tarde mi voz
hasta el eco de ayer
voy quedándome sólo al final
muerto de sed, harto de andar
pero sigo creciendo en el sol, vivo
era el tiempo la flor
la madera frutal
luego el hacha se puso a golpear
verse caer, sólo rodar
pero el árbol reverdecerá, nuevo
Al quemarse en el cielo la luz del día, me voy
con el cuerpo asombrado me iré
ronco al gritar que volveré
repartido en el aire al gritar, siempre
Mi razón no pide piedad
se dispone a partir
no me gusta las muerte ritual
sólo dormir, verme borrar
una historia me recordará, vivo
veo el campo, el fruto, la miel
y estas ganas de amar
no me puede el olvido vencer
hoy como ayer, siempre llegar
en el hijo se puede volver, nuevo
Hamlet Lima Quintana
5 comentarios:
Que zamba tan preciosa, me devuelve a mi etapa de adicta al folclore argentino, que la tuve..:-)
Por que mataron a Facundo Cabral? ud, lo sabe?, me gustaba.
carinyos socio, la enye se me resiste
Casi meto la pata y publico un poema que escribió para Las Madres de Plaza de Mayo. Por suerte me dí cuenta a tiempo y lo cambié por éste.
Facundo fue victima inocente de un atentado realizado contra quien lo contrataba para sus espectáculos. Resulta que el hombre es un mafioso del juego y de la droga. Otra cosa no sé.
Cariños con Ñ.
Vaya,lo de Facundo es mala suerte. Me gustaba su sentido del humor, me parecia un hombre brillante.
Ahi le dejo un beso, que Bs, tenemos.
Que zamba , tan divina y tan intensa, aunque yo me quedo con la estrofa final.
Un abrazo Sr Opin
Creo que fue la primer zamba que aprendía a cantar y tocar en mi guitarra. Todo acto escolar me tenía con mi conjunto de compañeros cantándola a voz en cuello.
Un lindo recuerdo.
Cariños para usted.
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