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ANTES Y DESPUES DEL MATRIMONIO



Antes: Dos por noche. Después: Dos por mes.

Antes: _Me dejás sin aliento! Después: _Me estas ahogando!

Antes: _No pares! Después: _No empieces!

Antes: Saturday Night Fever. Después: Monday Night Football.

Antes: 'El sonido de la musica'. Después: 'Los sonidos del silencio'.

Antes: Estar a tu lado. Después: _Hazte a un lado!

Antes: Me gustan las mujeres llenitas. Después: _Nunca me gustaron las gordas!

Antes: _Que lunar mas lindo tienes! Después: Esa verruga _cuando te la operas?

Antes: Me pregunto que haría sin ella. Después: Me pregunto que hago con ella.

Antes: Erótica. Después: Neurótica.

Antes: Parece que estamos juntos desde siempre. Después:_Siempre estamos juntos!

Antes: Ella adora como controlo las situaciones. Después: Ella dice que soy un manipulador ególatra.

Antes: Anoche lo hicimos en el sofa. Después: Anoche dormí en el sofá.

Antes: Habia una vez. Después: Fin.

Poema al tomate

Poema al tomate:

Ay! ¡Qué disparate!
¡Se mató un tomate!
¿Quieren que les cuente?


Se arrojó a la fuente
sobre la ensalada
recién preparada.

Su rojo vestido
todo descosido,
cayó haciendo arrugas
al mar de lechugas.

Su amigo el zapallo
corrió como un rayo
pidiendo de urgencia
por una asistencia

Vino el doctor Ajo
y remedios trajo.
Llamó a la carrera
a Sal, la enfermera.

Después de secarlo
quisieron salvarlo,
pero no hubo caso:
¡estaba en pedazos!

Preparó el entierro
la agencia “Los Puerros”.
y fue mucha gente...
¿quieren que les cuente?

Llegó muy doliente
Papa, el presidente
del club de Verduras,
para dar lectura
de un “verso al tomate”
(otro disparate)
mientras, de perfil
el gran perejil
hablaba bajito
con un rabanito.

También el laurel
(de luna de miel
con doña nabiza)
regresó de prisa
en su nuevo yate
por ver al tomate.

Acaba la historia:
ocho zanahorias
y un alcaucil viejo
forman el cortejo
con diez berenjenas
de verdes melenas
sobre una carroza
bordada de rosas.

Choclos musiqueros
con negros sombreros
tocaban violines,
quenas y flautines,
y dos ajíes sordos
y espárragos gordos
con negras camisas
cantaron la misa.

El diario “ESPINACA”
la noticia saca.
HOY, QUÉ DISPARATE!
¡SE MATÓ UN TOMATE!

Al leer, la cebolla
llora en su olla.
Una remolacha
se puso borracha.
—¡Me importa un comino!
—dijo don Pepino...
y no habló la acelga
(estaba de huelga).

Poema de Elsa Bornemann



Elsa Isabel Bornemann (Buenos Aires, Argentina, 15 de febrero de 1952 - 24 de mayo de 2013) fue una escritora de cuentos, canciones, novelas y piezas teatrales para niños y jóvenes. Se graduó como Profesora en Letras (Universidad Nacional de Buenos Aires).

Hija de Wilhelm Karl Henri Bornemann y Blancanieves Fernández, nació en el barrio porteño de Parque Patricios. Maestra nacional, se recibió de Licenciada en Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires, se doctoró y obtuvo varios diplomas de estudio en medicina y en idioma inglés, alemán, italiano, latín, griego clásico y hebreo.

Durante la última dictadura militar que gobernó Argentina, autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, su libro "Un elefante ocupa mucho espacio" fue censurado y pasó a integrar la lista de autores prohibidos. Ese mismo cuento fue galardonado con la Lista de Honor del Premio Internacional Hans Christian Andersen otorgado por IBBY (International Board on Books for Young People) por primera vez para un escritor argentino, al considerárselo un ejemplo de la literatura de importancia internacional. Más tarde, sus libros El último Mago o Bilembambudín y Disparatario fueron seleccionados para integrar la lista The White Ravens, distinción que otorga la Internationale Jugendbibliothek de Múnich, Alemania.

Ha realizado numerosos cursos y talleres sobre literatura tanto en Argentina como en otros países de América, de Europa y Japón. Muchas de sus obras han sido reproducidas en libros de lectura para la escuela primaria, en manuales de Literatura para distintos niveles, y en antologías argentinas y del exterior. El 24 de mayo de 2013, la editorial Alfaguara infantil informó por las redes sociales su fallecimiento.

DICHOS POPULARES (los “cultos” los decimos así)


Más vale plumífero volador en fosa metacarpiana que segunda potencia de diez pululando por el espacio.
*(Mas vale pájaro en mano, que cien volando)

Crustáceo que pierde su estado de vigilia, es arrastrado por las corrientes marinas.
*(Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente)

Relátame con quién deambulas y te manifestaré tu idiosincrasia.
* (Dime con quién andas y te diré quién eres)

Agua que no has de ingurgitar, permítele que discurra por su cauce.
* (Agua que no has de beber, déjala correr)

El globo oftálmico del poseedor, torna obeso el bruto vacuno.
* (El ojo del amo, engorda el ganado)

Quien a ubérrima conífera se adosa, óptima umbría le entolda.
*(El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija)

A equino objeto de un obsequio, no se le aquilatan los caninos.
* (A caballo regalado, no se le miran los dientes)

El rumiante cérvido propende al accidente orográfico.
* (La cabra tira al monte)

La ausencia absoluta de percepción visual torna insensible al órgano cardíaco.
* (Ojos que no ven, corazón que no siente)

No está la oquedad ardiente para manipulaciones reposteriles.
* (No está el horno para bollos)


(Regalo de David Gleiser)

Rápido y preciso



Un profesor está almorzando en el comedor de la Universidad y un alumno viene con su bandeja y se sienta a su lado , a lo cual el profe dice:  

“ Un puerco y un pájaro, no se sientan a comer juntos”.

El alumno ni corto ni perezoso responde:  

“Pues me voy volando”, y se cambia de mesa.

El profesor verde de rabia, decide aplazarlo en el próximo examen, pero el muchacho responde con brillantez a todas las preguntas.

Entonces le hace la siguiente adivinanza:

Esta caminando por la calle y se encuentra con una bolsa, dentro de ella está la sabiduría y mucho dinero, cuál de los dos se llevaría Ud.?

El alumno responde sin titubear:

El dinero!!!

El profesor le dice:

Yo, en su lugar, hubiera tomado la sabiduría, no le parece?

Cada uno toma lo que no tiene, - responde el alumno

El profesor, histérico ya, escribe en la hoja del examen: Idiota!!! Y se la devuelve.

El alumno toma la hoja y se sienta.

Al cabo de unos minutos se dirige al profesor y le dice:

Señor, me ha firmado la hoja pero no me puso la nota. 

(Gracias Enrique Cuevas)

El Verijero del Agüelo Cano


Hace ya unos cuantos años, en mi pueblo había un señor mayor que siempre andaba con un verijero encima. Decía que estaba acostumbrado, que se sentía seguro, que su padre había llevado un cuchillo toda la vida, que le era útil para muchas cosas, qué se yo…cosa de viejo pensaba yo. Todo el mundo sabía que tenía “entre sus ropas”, como dicen en las policiales, pero no lo mostraba, no hacía alarde, no quería pasar por vaya a saber qué. El solo hecho de saber que todos sabían lo hacía sentir diferente. Le tenían mucho respeto por ser un octogenario conocido en el pueblo pero un poco más porque sabían que no andaba con vueltas, era muy serio, como la gente de antes. Al pan, pan y al vino, vino.

El viejo Cano vestía saco y pantalón, nunca un vaquero. Llevaba la camisa abotonada hasta el último botón, sin corbata pero cerrada hasta arriba. Para él, eso era vestir de sport. Lucía una larga barba blanca bien cuidada y una mirada penetrante Sus zapatos estaban escrupulosamente lustrados y sus medias con polainas eran infaltables. A veces se le quedaba colgada la botamanga en la polaina y se le veía la piel blanquísima de la pantorrilla, pero él caminaba imperturbable con aire de condestable, paso largo y elegante. Caminaba con las manos entrelazadas detrás de su espalda, miraba para arriba con la pera levantada, para mantenerse bien erguido, según decía.

Buenos días, buenas tardes, como está usted señora, calor eh? Con su look cortés y aristocrático como pocos, se desplazaba por el barrio como vigilando todo.

Llegó el día en que se casó su nieto mayor. La fiesta de casamiento se estaba celebrando en una casona grande donde cabían más de cien invitados. En esa época no se usaba contratar un salón de fiestas ni nada de eso. Era una fiesta en casa nomás.

Era una casa chorizo, en el frente había un juego de mesa y sillas jardín de madera dura, tenía una entrada lateral por donde se accedía al patio central con macetas de tres patas con calas y helechos, se podía llegar al fondo donde habían preparado las mesas. Las mesas estaban más o menos unidas, aunque eran diferentes, alguna más alta que la otra, alguna más ovalada. Era normal en ese entonces, nadie tenía mesas para cien personas.

Más al fondo había un gallinero pero casi no se veía detrás de la higuera y el cedrón que habían plantado hacia añares los abuelos Cano apenas se mudaron.

Todos se habían puesto su mejor pilcha. Las gordas sufrían con esos zapatos que desbordaban tejido adiposo por los cuatro costados, caminaban con dificultad, como sobre campo recién arado. Los pibes lucían pantalones cortos, camisas almidonadas, una corbatita un jopito engominado y corrían de acá para allá esquivando a las gordas. Las nenas tenían vestiditos multicolores, trencitas, cintas en el pelo y zapatos Guillermina con medias blancas. Había mujeres que se notaba que se habían pasado horas en la peluquería para que les armaran esos enormes panales con “espray”, parecían extraterrestres, pero ellas…chochas.

La gente iba cayendo de a poco, pero siempre puntual, como se usaba antes. Venían todos los integrantes de la familia, los padres, los hijos, alguna abuela también. Todos olían a colonia, jabón de tocador y a naftalina. Traían regalos para los novios, algunos traían paquetes inmensos pero livianos, otros cargaban cajas pesadas que aparentemente contenían cosas frágiles, algún florero quizás, un juego de copas, soperas inglesas, juegos de té, quién sabe, un poco de todo.

Nadie cuidaba la entrada, no había necesidad, en esa época nadie entraba donde no debía entrar, no existía esa sensación de inseguridad o como la quieran llamar que sufrimos hoy en día. Había alguien de la familia que recibía a los invitados, eso sí, era lo que correspondía. A medida que pasaban por el umbral miraban para abajo y decían: “Permiiiiiiso”, y entraban con cierta solemnidad como si estuvieran accediendo a algún lugar especial. Así era entonces.

Pocos eran los que venían en auto, pocos tenían auto, la mayoría las casas no tenían garaje, no se les hacía garaje. Por eso ahora hay que estacionar el auto en ángulos rarísimos para que queden dentro de la propiedad. Es más fácil alunizar que meter el auto en esos agujeros que quedaron en los frentes de las casitas americanas, las casas estilo chacinado y los chalecitos del tiempo de ñaupa.

La gente había sido citada a la ocho y media de la noche. Empezaron a comer las delicias que habían cocinado las Doñas Petronas de la familia. Había desde pan casero hasta vitel tonné, pollo frío, matambre, jamón crudo y cocido, ensaladas simples pero tuneadas con alguna alcaparra y pepinos en conserva. Los chicos picaron algo y salieron a jugar a la calle. Los grandes intercambiaban opiniones sobre la comida, sobre los peinados, sobre la ropa, sobre la vida y también sobre los que ya no estaban. Los novios estaban deseosos de escaparse lo antes posible. La luna de miel iba a ser un poco corta, solamente habían conseguido veinte días de alojamiento con pensión completa en el hotel Old Boys en Playa de los Ingleses, en Mar del Plata.

Ya eran las once cuando de repente apareció un tipo revoleando un revólver en la mano izquierda, empezó a gritar que se quedaran quietos y que le dieran las joyas y el dinero.

Nadie entendía lo que estaba pasando, se miraron unos a otros perplejos. Empezó a pegarle con el arma a uno de los hombres que estaba sentado en la cabecera de la mesa. Era el Agüelo Cano.

El tipo casi no se dio cuenta que el viejo Cano se dio vuelta como un gato y le golpeó el brazo. De pronto, el tipo dio un grito, se oyó un tiro y se agarró el hombro, al tiempo que se le caía el revólver.

El Agüelo Cano había sacado su filosísimo verijero y de un revés le había cortado el bíceps y los tendones del brazo izquierdo.

Nadie dijo nada, nadie dudó, la mayoría de los presentes tomaron lo que tenían a mano y se lo rompieron en la cabeza al chorro. Varias botellas de sidra y de vino sirvieron para desanimar al malogrado ladrón. Cuando finalmente cayó se le veían algunos tenedores clavados en la espalda.

El viejo Cano también cayó, pobrecito.

En un movimiento reflejo el ladrón le había dado un tiro en el pecho. Lo llevaron al hospital cercano con pocas esperanzas de que sobreviviera. Todos quedaron impactados por la experiencia vivida esa noche.

Afortunadamente, el Viejo Cano sobrevivió, su tozudez y su excelente estado físico le permitieron sobrevivir hasta su cumpleaños número noventa y cuatro junto a su querida familia.

El viejo Cano era de los de antes.
 
Tomado de Dick Keller

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